La Habitación de lo Efímero – Autora: Victoria Czajkowski

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Este texto corresponde al Taller Virtual de Cuentos Breves “Te cuento, me cuento en tiempos de Coronavirus”

Gris opaco y desesperanzado, las paredes teñidas de plegarias ,  noches en vela;  los pasillos atropellados por corridas ,  rueditas chirriantes cada cuarto de hora, y en el fondo una luz tenue proveniente de una habitación aislada.

-Me duele respirar –dijo forzando un susurro-, y la vieja me espera.

La almohada estaba mojada, sus brazos pinchados, sus pulmones deteriorados por el virus y años de humo;  sin embargo la tristeza llevaba la delantera versus el dolor físico, y su corazón exigido irrigando sangre de manera irregular se soportaba más que el vacío que sentía en esa zona pero a un nivel metafísico.

-Mi viejita me necesita doctor, me está esperando con unos mates.

La línea telefónica explotaba, las guardias estaban pobladas, el miedo se sentía a flor de piel, hasta incluso adoptó una fragancia particular, el pánico reinaba en su máximo esplendor, las cifras expuestas en los medios de comunicación aumentaban y dentro de las cuatro paredes se sufría, tanto en hospitales como en monoambientes  (que se hacían cada vez más pequeños), apretando sueños y esperanzas dentro del pecho de quien lo habitase, jugando con la cabeza del que se encuentra solo, acribillado, abatido, con sus proyectos en jaque. Mientras que el caos reinaba en cada rincón del planeta, en esa habitación iluminada por la tenue luz se encontraba aquel hombre angustiado luchando por respirar, e implorando a Dios y a la ciencia poder volver con su mujer.

El cuarto se hacía más chico y la luz más tenue. Titilaban las máquinas, los pitidos que emitían eran ensordecedores, hasta que se volvieron más intensos e irregulares, y fue entonces cuando una horda de profesionales entró para intubarlo.

No llegaron a cumplirse los dos días en terapia intensiva cuando de repente un pitido largo interrumpió la sinfonía monótona que protagonizaban las máquinas , y  a pesar de la batalla que libró con el desfibrilador por salvar aquel corazón apagado, su cuerpo decidió dejar de luchar, no hubo más que hacer. El médico dio un paso atrás, todavía exaltado por la repentina lucha entre máquinas y cables, levantó la vista y en silencio se disculpó con la sonrisa femenina avanzada en años que retrataba aquella foto en la mesita contigua, para después extender la sábana, tapando el cuerpo inerte que yacía en la camilla, aquel que luchó y rogó encontrarse pronto con “su viejita”.

Llamaron a su casa pero nadie contestó, así que un grupo encariñado de enfermeros decidió dirigirse hasta el domicilio a comunicarle la triste noticia de la reciente partida a su mujer, pero al llegar se encontraron con una montaña de correspondencias apiladas en la puerta principal y sin rastros de que alguien habite en aquel lugar. Marcaron el número del médico para corroborar la dirección, entonces las palabras que recibieron como respuesta los dejó atónitos.

-No se preocupen, ya estarán tomando mate juntos, desde la funeraria me acaban de avisar que  se está preparando el nicho, justo al lado del de su mujer.

Victoria Czajkowski
Alumna Avanzada de la Carrera de la Carrera de Contador Público FCE/ UNaM.

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